Reflexión: «La palabra de reconciliación»
Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, en Cristo . Esta verdad profunda permite que comprendamos el incalculable valor de la Cruz y de cómo ella nos acercó a Dios.
2 años ago Artículo por Lucas San Martín , Rincon de los EscritoresEn el vasto universo de la Biblia y de su lenguaje podemos hallar una palabra que Pablo usa con frecuencia: reconciliación. William Barclay, quien dedicó su vida a la enseñanza bíblica, escribe acerca de este término en su libro Palabras griegas del nuevo testamento.
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El autor desarrolla cómo el término reconciliación, es decir katallassein en griego, fue mutando de significado debido a su uso a través del tiempo:
«Todas estas palabras son formas compuestas a partir del verbo simple, allassein, que significa cambiar. En el griego clásico, allassein se utiliza para cambiar de forma, de color y de apariencia. Suele usarse muy a menudo con la idea de dar una cosa a cambio de otra. Es este sentido, puede aplicarse a uno que, por su desventura, cambia una desgracia por otra». (Barclay, 1977, pág. 67).
En el griego secular común, katallassein adquiere el sentido de cambiar dinero o cambiar por dinero. Posteriormente, siguiendo el análisis de Barclay, el término avanza un poco más, adquiriendo otra significación: cambio de la enemistad en amistad.
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Cuando en el Nuevo Testamento se utilizó katallassein, ya era la palabra de reconciliación, es decir: la unión de dos partes que habían estado en conflicto. Teniendo en cuenta el contexto bíblico en el cual se aplicó este término, Barclay finaliza el análisis con cuatro observaciones:
En primer lugar, la obra de Jesucristo es fundamentalmente una obra de reconciliación: a través de lo que Cristo hizo quedó restablecida la relación entre el hombre y Dios; en segundo lugar, Pablo jamás habló de Dios como siendo reconciliado con el hombre, sino que siempre es el hombre reconciliado con Dios (2 Co. 5:18-20); en tercer lugar, el efecto de la Cruz recae sobre el hombre, y no sobre Dios. Ella no cambió el corazón de Dios, sino el del hombre; y en cuarto lugar, el ministerio de la iglesia es, sobre todo, un ministerio de reconciliación. (pág. 68)
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El autor arriba a la conclusión de que la esencia del cristianismo es la restauración de una relación perdida: la de Dios con el hombre; por ende, la misión de la Iglesia es volver las personas a Dios. La reconciliación es posible solamente en Cristo, ya que Él es el camino, la verdad y la vida, según declara el libro de Juan 14:6.