Reflexión: Cómo habla Dios hoy

Charles Stanley nos ofrece una explicación acerca de cómo Dios nos habla. Estar atentos a la voz de Dios nos hace eficaces para su obra.

Aunque nos maravillan los métodos empleados por Dios para hablar con su pueblo en otras épocas, nuestro espíritu anhela entablar comunicación directa y significativa con Él en la hora presente. Queremos proclamar, junto con los samaritanos que respondieron a la mujer al lado del pozo en Juan 4.42, que «ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo».

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Podemos dar gracias porque Dios sigue procurando comunicarse con nosotros. El se vale de cuatro métodos principales para revelarse al creyente de nuestros días.

La Palabra de Dios.

El método principal de que se vale el Señor para hablar con nosotros en el día de hoy es su Palabra. Ya tenemos la revelación completa de Dios. El no necesita agregar algo más a este libro. La revelación de Dios es la verdad expuesta de Dios por Dios acerca de sí mismo. Es la inspiración del Espíritu Santo controlando las mentes de los hombres que escribieron las páginas que conforman la Biblia.

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Ella es el soplo de Dios a aquellos hombres a fin de que conocieran la verdad. Sí, la forma más segura en que podemos saber que estamos escuchando a Dios es a través de su Palabra. Cuando enfrentamos dificultades y sufrimientos, en lugar de buscar el consejo de este o aquel, debemos acudir primero a las Escrituras.

La Palabra de Dios fue escrita a las personas mencionadas en las Escrituras. Isaías escribió para el pueblo de Judá, Pablo escribió a los corintios; pero las Escrituras también fueron escritas para nosotros. La Biblia es el manual de instrucciones para su pueblo.

El libro de la Ley constituía la guía de Josué, su manual de instrucciones para vivir piadosamente. Eso es la Biblia para nosotros hoy.

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¿Cómo funciona esto en forma práctica para los creyentes del siglo veinte? Cuando oramos y buscamos orientación en relación con alguna decisión a tomar, deberíamos pedirle a Dios que nos hable por medio de su Palabra y que nos dé algún consejo para aclarar la dirección a seguir.

Al meditar en la Palabra, teniendo en mente nuestra petición o la decisión que tenemos que tomar, con frecuencia Dios nos guía a la lectura de algún incidente en las Escrituras, un pasaje o incluso un solo versículo, que guarda relación con lo que nos preocupa. Puede ser algo que tiene que ver específicamente con nuestra propia experiencia o con el principio que rige la decisión que tenemos que tomar.

En otras ocasiones Dios nos encamina hacia la fuente; al mismo pasaje vez tras vez. No se trata de que elijamos volver a leer el mismo pasaje repetidas veces, sino que de algún modo parecería que seguimos abriendo la Biblia en el mismo lugar. En cierta ocasión, cuando buscaba la orientación del Señor acerca de una decisión que debía tomar, todas las mañanas, durante unas tres semanas, invariablemente acudía sin pensarlo a la lectura de Isaías 6.

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Ya había entrado en la tercera semana cuando noté que estaba adoptando una actitud de rebeldía hacia el Señor con respecto a lo que Él quería que hiciera. De algún modo, insistió y no me dejó escapar sin leer repetidas veces las palabras del versículo 8: «Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí: heme aquí, envíame a mí». Cuando por fin le dije sí al Señor, Isaías 6 dejó de ocupar un lugar prominente en mi meditación matutina.

Por medio de su Palabra el Señor nos orienta, nos desafía, nos advierte, nos consuela, nos da seguridad. He llegado a la conclusión de que una de las experiencias más provechosas de mi vida cristiana consiste en verme frente a un desafío y meditar acerca de la Palabra hasta que sé que El me ha hablado.

Fragmento del libro «Cómo escuchar la voz de Dios», del pastor Charles Stanley

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