«Se rompe el silencio» por Emanuel Fernández

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamara su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.

Este pasaje bíblico de Isaías, es como un reflejo condicionado que hay en mí en esta época del año donde cada vez que se acerca la navidad viene a mi mente este texto sobre Aquel que habría de venir, Aquel de quien tanto hablaron los profetas, el tan esperado Mesías que habría de llegar a este mundo para dar buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos y predicar el año agradable del Señor…

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Mientras reflexionaba en esto, mi mente se trasladaba a aquellos tiempos donde una joven pareja es elegida para ser la familia de nuestro Salvador y me di cuenta de este detalle no menos importante que a veces obviamos y que aconteció durante aquella época, previo al nacimiento de Jesus: “El Silencio”.

En el periodo Intertasmental (entre los testamentos) ocurrido entre Malaquías y los 4 Evangelios hubo 400 años de silencio, lo cual quiere decir que no hubo palabras proféticas, 400 años donde Dios se mantiene callado, no es que esté ausente o indiferente para con su pueblo pero si, se mantiene en silencio absoluto prestando atención a lo que ocurre y preparando el escenario para lo que ha de acontecer.

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En el Evangelio según San Lucas la profecía emanada por boca de Zacarías (padre de Juan el Bautista) rompe el silencio de tantos años proclamando que “bendito es El Señor Dios de Israel que levanto un poderoso Salvador”.

La llegada de Jesús a este mundo es un grito de revolución, de cambios profundos que serían llevados a cabo junto a un reordenamiento de prioridades donde las cosas viejas pasarían y El las haría todas nuevas, trayendo vida y vida en abundancia; admiro tanto lo que Jesús hizo por nosotros, porque lo tenía todo y aun así, por amor decidió venir para salvarnos y mostrarnos cual era el camino que debíamos caminar, por eso que bueno sería que “haya en nosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimo el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humillo a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, por lo cual Dios también le exalto hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre” Filipenses 2:5-11.

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Cierro estas sencillas palabras, diciendo que el mayor regalo que podes recibir en estas fiestas es a Jesús, quien está a la puerta de tu corazón llamando y si oyes su voz y abres la puerta El entrara y cenara contigo.

Jesús te amo, te ama, y te seguirá amando siempre.

¡Felices fiestas!

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