«Perder para ganar» Articulo por Emanuel Fernandez

Todos en un algún momento dado hemos tenido que perdonar o pedir perdón. Al hablar de esta palabra con un significado tan profundo, en su  Etimología, perdonar se compone de dos partes:

Por un lado el prefijo per que indica consistencia (muchas veces, continuamente) e intensifica al verbo que lo acompaña y por otro lado el Verbo donare que significa dar, regalar o donar.

De esta manera al unirlas,  tendríamos que la definición de perdonar es regalar con consistencia, o donar continuamente. Recalquemos que donar implica entregar algo gratuitamente, sin esperar retribución de ninguna clase.

Entonces Perdonar sería la acción, es decir, llevar a la práctica el perdón. Debemos entender que es sobre todo un proceso, lo cual implica que toma tiempo. Sumado a esto, también hay ciertas categorías o clasificaciones del perdón que se han ido gestando a lo largo del tiempo (perdón pleno, parcial, imparcial, condicional, solicitado, espontaneo, etc.) pero me remontaré a solo tres categorías que en lo personal considero que son las mas importantes.

Clasificaciones

Pedir perdón y perdonar

Tanto pedir perdón como ofrecerlo, forman parte de la vida de todo ser humano, solemos ser el ofensor como también el ofendido.

Señor, ¿Cuántas veces deberé perdonar a mi hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta siete? pregunta Pedro y Jesús le responde: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete y Jesús es el máximo referente del Perdón porque aun cuando estaba siendo clavado y humillado en la cruz, decía “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Las heridas duelen y a veces mucho pero la falta de perdón te ata y esclaviza. Te lastimas a ti mismo cuando no perdonas, la falta de perdón hacia otros te mantiene preso y atado a esa persona o circunstancia.

El escritor y empresario argentino Alejandro Guillermo Roemmers tuvo la iniciativa de escribir un libro al que título “El Regreso del Joven Príncipe” a modo de secuela de la tan reconocida obra literaria de Antoine de Saint-Exupery “El Principito”.

Roemmers narra la historia de un joven príncipe que ya no es un niño y regresa a la tierra con una visión humanística y espiritual del mundo para recorrer junto a otro viajero la Patagonia Argentina en automóvil. A lo largo de este viaje, surgirán hermosas anécdotas y enseñanzas y una de ellas nos expone lo siguiente sobre el perdón:

“Debemos aprender de los niños, ellos son rápidos para perdonar, de lo contrario, la vida sería una sucesión de odios y venganzas interminables. Es paradójico que algunas personas crean que, al perdonar a otros, les están concediendo un beneficio, cuando en realidad el que más se beneficia del perdón es el que lo concede. Los sentimientos negativos siempre se vuelven contra la persona que los alberga, de modo que, al no perdonar a quien más daño hacemos es a nosotros mismos. Acepta tus errores y confía en la misericordia de Dios porque él ya te ha perdonado”

Quienes saben perdonar y olvidar, poseen una virtud suprema, los humildes reconocen sus errores y piden perdón y los sabios saben perdonar al prójimo.

Perdonarse a uno mismo

Quizás te hayas sentido desilusionado de vos mismo por algún error cometido, suele haber actitudes y hechos cometidos por nosotros que nos denigran y avergüenzan. Las fallas de esta clase requieren de un auto-perdón.

Perdonarse a uno mismo es aceptar con humildad nuestra condición de ser humano, reconociendo  que no somos perfectos. Perdonarse a uno mismo nos hará depositar la confianza en Dios para recibir la fortaleza y no volver a fallar.

En lo personal, este punto ha sido el que más me ha costado, sentía que Dios me había perdonado pero aun así, yo mismo me seguía reprochandome lo que había hecho hasta que comprendí que el perdón tiene relación directa con dejar el pasado atrás y como dice en Isaías 43:25 “Pero yo, por ser tu Dios, borro tus crímenes y no me acordare más de tus pecados”.

Si bien es bueno tener en cuenta lo ocurrido para no volver a cometer los mismos fallos, no debemos mortificarnos por lo que paso porque como se menciona en el libro de Isaías Dios ya nos perdonó.

Por lo tanto… ¡Sé libre hoy perdonándote de todo lo malo que hayas hecho!

El Perdón De Dios

Además de fallarnos entre nosotros mismos, también le fallamos muchas veces a Dios.

En el capítulo 7 del Evangelio según San Lucas, a partir del versículo 36 en adelante, ocurre un hecho muy interesante. El registro cuenta que el maestro se encontraba en casa del Simón el fariseo y de pronto irrumpe en la escena una mujer catalogada de pecadora.

Esta mujer comienza a llorar y con sus mismas lágrimas baña los pies de Jesús para luego secarlos con sus propios cabellos, además de esto, ella derramaría un frasco de alabastro con perfume y besaría los pies del Señor. Ante esta situación, el dueño de la casa pensaba  lo siguiente: “si Jesús fuera realmente profeta sabría qué clase de mujer era la que lo estaba tocando”.

Jesús conocedor de sus intenciones le deja una parábola al fariseo sobre dos deudores para luego culminar con la enseñanza de que esa mujer a quien despreciaban, sus muchos pecados le eran perdonados porque había amado mucho.

Partamos de la base que Dios es amor y por ende su naturaleza es perdonar las fallas de sus hijos. No importa lo que hayas hecho, Dios te perdona y  donde hay verdadero arrepentimiento, hay un perdón de Dios asegurado.

Dios respondió con perdón ante las fallas de la humanidad, enviando a su Hijo para que seamos perdonados y aceptados. Jesús es la solución, el Hijo de Dios, quien murió en la cruz para derramar su sangre inocente y es su sangre pura e inocente la que nos brinda limpieza de todos nuestros pecados cuando creemos verdaderamente en Él.

Al perdonar, perdemos… pero perdemos para ganar; perdemos porque soltamos y dejamos ir la raíz de amargura arraigada a nuestro corazón para dar lugar al amor, la mejor cura para restaurar el alma herida.


ARTICULO ESCRITO POR EMANUEL FERNANDEZ
*Acompañante Terapéutico
* Operador Socio-Comunitario
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